Acerca de las afirmaciones ofensivas y discriminatorias de la diputada PROcesista Nora Guinzburg.
La diputada nacional del PRO Nora Guinzburg, ha expresado en una columna de opinión para la revista Veintitrés que “no entiende” por qué lesbianas, gays, bisexuales y trans luchamos por nuestros derechos humanos, por la plena vigencia de la Constitución Nacional, por la no discriminación y por la plena igualdad jurídica.
Según la diputada macrista, somos “una minoría caprichosa”, que no acepta que en las sociedades “gobiernan las mayorías”. Por otra parte, haciendo gala de su profunda ignorancia, la legisladora afirma que “los homosexuales tienen una discapacidad para tener hijos”.
No nos sorprenden estas afirmaciones de una diputada que en 2006 se negó a asistir a la sesión de la Cámara de Diputados de la Nación en la que se repudió el golpe de estado del 24 de marzo de 1976, afirmando que no estaba “obligada a soportar la violencia moral” que dicho repudio le causaba. No nos sorprenden de quien se opuso también a la ley que incluyó en el Código Penal el delito de desaparición forzada de personas. No nos sorprenden de quien fue la única diputada de la comisión de Legislación Penal que votó en contra de la reforma al Código de Justicia Militar que, entre otras importantes reformas, eliminaba las sanciones homofóbicas con las que se condenaba a los militares homosexuales. Según su particular visión de la realidad, dicha reforma era "un paso más en la destrucción de las Fuerzas Armadas".
No nos sorprenden estas declaraciones cuando el Gobierno de la Ciudad avanza en políticas represivas contra nuestra comunidad. En las últimas semanas, hemos sufrido el patoterismo de los inspectores porteños en el centro cultural Casa Brandon y en el Club de Osos de Buenos Aires. En este último caso, dos patrulleros, un Taunus “de civil” de la Policía Federal, un vehículo del GCBA, tres inspectores y siete policías estuvieron durante horas en la puerta de la sede social de esta institución para clausurar una cena de cumpleaños, amenazando con hacer un listado de nombres y documentos para “identificar” a todos los comensales. Esta avanzada ya se había insinuado durante la transición, cuando por primera vez el Gobierno de la Ciudad obstaculizó la realización de la Marcha del Orgullo de Buenos Aires.
En esta ciudad que empieza a no estar buena, las afirmaciones ofensivas de una diputada que ha defendido a la dictadura y pertenece a un partido que se caracteriza por sus acciones discriminatorias no pueden sorprendernos.
Sostener como argumento contra los derechos humanos de una minoría que “en las sociedades gobiernan las mayorías” y que pretender igualdad de derechos es “un capricho” no hace más que transparentar el desprecio por la democracia de la autora de tales afirmaciones. Seguramente Adolf Hitler o los criminales del Ku Klux Klan estarían de acuerdo con las palabras de la diputada, ya que ambos luchaban como ella contra “una minoría caprichosa” que, como nosotros y nosotras, pretendía tener iguales derechos y que se respete su dignidad humana, sin entender que “gobiernan las mayorías” (blanca, católica, heterosexual) y que “hay que saber adaptarse a la realidad”.
¡Cuánta ignorancia, señora diputada! Como bien dice usted, "matrimonio" viene del latín, ‘mater’, que significa madre. Lo que no dice es que ‘monium’ significa gravamen. Esto tiene que ver con una visión del matrimonio que nada tiene que ver con la actual, inclusive en el caso de los matrimonios heterosexuales, en los que ahora la mujer puede elegir quién será su marido y no existe más el pago de la “dote”. Pero si nos guiáramos por la etimología de las palabras, deberíamos negar a las madres la “patria potestad”, que viene de ‘pater’, porque antiguamente era un atributo exclusivo de los hombres. Y sólo los hombres deberían administrar el “patrimonio”, que también viene de ‘pater’, porque la mujer no tenía derechos patrimoniales. Es más, si fuéramos tan estrictos, el “salario” debería pagarse en sal. Sólo una visión sesgada por el afán discriminatorio puede abusar del análisis morfológico para justificar la violación del derecho constitucional de las parejas formadas por personas del mismo sexo a casarse y gozar de la misma protección para sus familias de la que gozan las parejas heterosexuales.
También dice la diputada que pretendemos cosas que no son ni fueron creadas para nosotros y nosotras. Nos preguntamos si también se opone al voto de la mujer, derecho creado para el hombre y del que, gracias a la lucha de muchas mujeres, hoy gozamos todos y todas.
Sin embargo, el colmo del absurdo es la parte en la que la diputada afirma que lesbianas y gays tenemos “una discapacidad para tener hijos”. La señora diputada desconoce la existencia de miles de parejas de gays y lesbianas en todo el mundo que tienen hijos o hijas, naturales o adoptivos. Miles de parejas de gays o lesbianas crían conjuntamente al hijo biológico de uno o una de sus miembros, así como miles de parejas de lesbianas recurren a la inseminación artificial u otros métodos para procrear, sin hablar de quienes recurren a la adopción. En los diferentes países donde el matrimonio entre personas del mismo sexo, la patria potestad compartida de los hijos e hijas y la adopción conjunta son legales, las sociedades han aprendido a convivir con estas familias y los mitos y prejuicios que alimenta desde su profunda ignorancia la señora diputada han desaparecido.
Las personas lesbianas, gays, bisexuales y trans vamos a seguir luchando por nuestros derechos. La Corte Suprema de Justicia de la Nación deberá pronto resolver los recursos de amparo que distintas parejas de gays y lesbianas hemos presentado reclamando la declaración de inconstitucionalidad de la interpretación que se hace de los artículos del Código Civil que supuestamente nos impiden ejercer el derecho al matrimonio. Tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la Nación se encuentran pendientes de tratamiento proyectos de ley para reformar dicho código y eliminar los obstáculos inconstitucionales contra el ejercicio de dicho derecho.
Así como ya ha pasado en España, Holanda, Sudáfrica, Bélgica, Canadá, Suecia, algunos estados de los EE.UU., y como pronto sucederá en muchos otros países que están debatiendo reformas a su legislación, tarde o temprano, la Argentina superará estos obstáculos y reconocerá los mismos derechos con los mismos nombres para nuestras parejas. Tiempo después, sin dudas, las prohibiciones actuales serán vistas por nuestra sociedad con la misma extrañeza y vergüenza con las que hoy miramos las épocas de la desigualdad de derechos entre afrodescendientes y blancos, o las absurdas oposiciones al derecho de las mujeres a votar.
Las palabras de la diputada Guinzburg, si alguien todavía las recuerda, estarán en el lugar que la historia les asigna a los personajes más siniestros de la reacción contra el avance democrático y la igualdad entre los seres humanos.
FEDERACIÓN ARGENTINA DE LESBIANAS, GAYS, BISEXUALES Y TRANS
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